Respetar los derechos humanos y tener procesos de producción basados en la ética y valores tendrían que ser fundamentales en todos los negocios. Lamentablemente, esto no siempre sucede así. Desde hace siglos hemos leído sobre explotación laboral y condiciones injustas para los trabajadores, pero fue hasta 1959 que surgió el movimiento por el comercio justo, según información de la Universidad Anáhuac.
El comercio justo es una iniciativa global en la que las empresas impulsan el respeto y fortalecimiento de sus trabajadores a partir de ganancias equitativas, equidad y transparencia. Se promueve a partir de prácticas responsables en toda la cadena de valor, desde la adquisición de insumos hasta la entrega al consumidor final.
Este movimiento tiene el objetivo de mejorar el acceso al mercado de los productores más desfavorecidos y bajo esta misión, en el verano de 2018, surgió Xhindó como parte de un proyecto de la asociación civil Enlace Rural.
En aquel entonces, tres estudiantes del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), Santiago Muriel Vizcaino, Leticia Romano Bazo y Luis Gerardo Ramos Cruz, emprendieron un proyecto social con la intención de transformar las condiciones económicas de una comunidad rural en el estado de Hidalgo, a partir de un servicio de voluntariado.
Como parte de sus prácticas profesionales, los estudiantes se unieron a Enlace Rural para participar en el micro proyecto Fomento a las actividades productivas en la comunidad de Saucillo, perteneciente al municipio de Actopan. Este programa tiene como objetivo desarrollar proyectos que impulsen las habilidades, conocimientos o talentos de la población como fuente de ingresos.
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Tras adentrarse en la región, notaron que la población se integra mayoritariamente por mujeres. Sin embargo, pocas de ellas participan activamente en la economía de sus hogares, ya que la mayoría de sus actividades son no remuneradas. Principalmente se dedican a las labores domésticas, de campo, pequeños comercios o elaboración de alimentos que no representan una aportación significativa al sostén del hogar.
“Comenzamos a explorar para ver qué actividades se podían enlazar con este proyecto, empezamos a entender el contexto e identificamos una gran necesidad y oportunidad de crecimiento en el bordado a mano”, explica Santiago Muriel, fundador y CEO de Xhindó.
El emprendedor cuenta que, en la región, el bordado a mano es una práctica artesanal que se ha heredado a las mujeres desde hace varias generaciones, pero es considerada como un pasatiempo mientras realizan otras actividades cotidianas (como el pastoreo) y difícilmente la ven como una fuente de ingresos.
Hay una gran necesidad de que las mujeres participen en la economía del hogar, pero enfrentan barreras como la disparidad de género para lograrlo.
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El problema y la solución estaban identificados, el siguiente paso era desarrollar un modelo de negocio en el que las creadoras pudieran mejorar su economía a partir de sus habilidades en el bordado a mano. Los emprendedores apostaron por un producto que reforzara esta conexión económica y social. El resultado fueron playeras con una intervención artística bordada a mano.
Tras una primera producción de 50 playeras bordadas en el verano de 2018, los jóvenes decidieron darle continuidad al proyecto por su cuenta y convertirlo en una empresa social a partir del comercio justo. Si bien, esta producción no superó los 10,000 pesos de inversión inicial, el mayor reto fue desglosar el cálculo para pagar lo adecuado a cada creadora.
“El término ‘justo’ puede tener diversas interpretaciones y no existía una referencia confiable para definir cuánto es un pago justo”, recuerda Santiago. El punto de partida fue un censo que arrojaba que aproximadamente el pago por hora a un artesano oscilaba entre 14 y 16 pesos por hora y el objetivo era mejorarlo a toda costa.
Así que, como buen matemático, realizó un cálculo en el que midió la complejidad del trabajo y el tiempo que llevaba hacerlo. “Esta combinación de factores nos arrojó cuánto debía recibir la creadora por cada prenda”, agrega. Por esta razón, en su catálogo, los productos no tienen un precio estandarizado.
Tras la operación, notó que el bordado en cada prenda les llevaba a las creadoras entre 1 hora y 1 hora 15 minutos. Actualmente el pago por cada intervención equivale al 25% del precio final (aproximadamente 100 pesos).
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El CEO recuerda que aún con el porcentaje definido, resultaba incosteable para los emprendedores pagar a las creadoras al momento de recoger el producto y aún sin venderlo. “El pago a las creadoras representa el mayor costo de producción”, así que acordaron en común, pagar la mitad al terminar el producto y el resto, al venderlo.
“Esto no solo sirvió en términos financieros contables, sino que también las involucró mucho en lo que implica tener una marca y vender ropa. Siempre hemos sido abiertos con los planes y los números, entonces el esquema ha funcionado muy bien”.
Las creadoras, en promedio, dedican cuatro horas al día al proyecto de lunes a sábado y han incursionado en otras técnicas, como la serigrafía. A la fecha, con este modelo, Xhindó ha vendido cerca de 3,000 prendas a través de su tienda en línea, redes sociales y con un modelo B2B (Business to business) en alianza con asociaciones y compañías.
Uno de los retos de esta empresa social es la escalabilidad. Santiago Muriel, CEO de la marca confirma que han experimentado con otras técnicas y diseños que requieran menos tiempo de trabajo. La intención es aumentar el volumen sin perder el valor artesanal.
“Existe una mala concepción sobre el trabajo artesanal, es difícil determinar el valor de los productos. Por ejemplo, en Oaxaca te encuentras con un producto que cuesta menos de 1,000 pesos pero llevó 50 horas producirlo. Realmente están regalando su trabajo”.
Este problema es por una mala planeación. En Xhindó colaboran siete creadoras actualmente. Se ha planeado así para evitar caer en malas prácticas y continuar con el comercio justo. Hasta que la demanda alcance a la capacidad de producción, que actualmente es de 250 playeras mensuales se contratará a más personal o se optimizarán los diseños.
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Darle continuidad a un proyecto que inició a partir de un voluntariado y generar un alto impacto a partir del comercio justo fue la principal motivación para crear Xhindó. No obstante, esta buena intención no siempre fue bien recibida dentro de la comunidad.
“Llegar a una comunidad en la que no te conocen, las experiencias pasadas con otros actores políticos o sociales que han hecho promesas sin cumplirlas, genera desconfianza entre las personas. Quién eres tú para decirme cómo mejorar mi vida”, recuerda Santiago.
Ante este contexto, la filosofía de los emprendedores desde el origen ha sido no imponer, sino conocer y aprender. Así como ser transparentes, explicar el objetivo del programa y convertirlo en un beneficio para las mujeres a un corto plazo.
Santiago recuerda que en aquel verano de 2018 cuando surgió el proyecto, no esperaron a tener una marca o un modelo de negocio robusto, para comenzar a generar ingresos a las creadoras. Menos de cinco meses después, ellas ya estaban recibiendo el primer pago por esta primera producción de 50 playeras.
“Cuando hicimos este primer ejercicio, las cosas comenzaron a funcionar mejor porque se dieron cuenta que íbamos en serio. Cuando no se ve el beneficio en un corto plazo se vuelve muy subjetivo el impacto, por ejemplo, en capacitación o educación, para ellos no es medible, no le ven el beneficio personal. Entonces, al tener un factor económico es más fácil el resto de los temas”, recomienda el emprendedor.
“Cuando Xhindó comenzó a generar ingresos, había mayor participación, empezamos a ver más señoras interesadas en el proyecto, los esposos comenzaron a apoyar más. Se redujo la desconfianza y toda la concepción cambió con respecto a nosotros”.
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Reducir la brecha de género, promover la igualdad económica y empoderar a las mujeres es uno de los objetivos de Xhindó. A partir de ganar su confianza y construir una relación, los emprendedores también generaron un programa de capacitación para impulsar el crecimiento integral de las creadoras en:
-Producción: potencializar las capacidades y ofrecer un producto final de gran calidad.
-Educación: obtener nuevos conocimientos útiles en su día a día y concientizar a la comunidad sobre temas relevantes.
-Desarrollo humano: explotar su potencial humano, impulsar el reconocimiento de sí mismas y ser agentes de su propio autodesarrollo.
Para medir el impacto de estos esfuerzos, Xhindó en alianza con Endémica Social elaboran cada año una medición para monitorear avances y mejoras en el ingreso familiar, empoderamiento y profesionalización.
Hasta ahora, Xhindó ha impactado en las 28 personas que integran las familias de las siete creadoras. Han generado más de 150,000 pesos en ingresos directos y el ingreso mensual de las mujeres que participan se ha incrementado un 180%. Además de recibir más de 160 horas en capacitación.
Uno de los mayores aprendizajes de Santiago ha sido manejar el factor emocional. “Comienzas a justificar tus precios solo por el compromiso social y creer que la gente lo va a pagar solo por eso”. Esto lo descubrieron tras lanzar una campaña de marketing en la destacaban este supuesto. Evidentemente fracasó porque notaron que si bien, el mercado valora este tema, no está dispuesto a pagar una diferencia en precios significativa, también tiene que cubrir sus necesidades y gustos.
“Abrimos los ojos para buscar otros mecanismos para destacar, como los diseños, la calidad, el servicio y por supuesto, la historia detrás de cada prenda. ¿Quién la hizo, cuál es su historia, cuál fue el proceso de creación?”.
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Cuando iniciaron la empresa, no tenían referencias similares a su modelo de negocios respecto al comercio justo. La intención de los emprendedores es convertir a Xhindó en un referente para nuevos proyectos. “Hoy somos de las empresas que mejor están pagando y queremos que cada día sean más las que busquen estos equilibrios”.
La visión a largo plazo de Xhindó es impulsar el desarrollo de actividades productivas fuera del tema textil. Si bien, ha sido el origen y el conjunto de condiciones que se dieron, la tesis de Xhindó es encontrar comunidades marginadas con gran necesidad y con algún talento manual que se pueda convertir en un vehículo de desarrollo. “Si es trabajo con barro, trabajo textil, que nos permita transformarlo en un producto y llevarlo al cliente final”.
Otro de sus planes es impulsar su canal B2B para vender sus productos a través de otras empresas que compartan esta visión. “Platicarles sobre la capacitación, el trabajo en la comunidad, para dimensionarlo y generar un mayor impacto. Lo que antes se conocía como responsabilidad social corporativa o empresa socialmente responsable, ahora se está transformando en algo más orgánico”.
Todas las empresas tienen oportunidad de rediseñar su cadena de valor e impulsarla para generar un mayor impacto en el mundo, en el entorno, en una ciudad o localidad. Ante las necesidades actuales del mundo y la sociedad, es necesario cambiar desde el modelo de negocio.
Santiago Muriel participó en nuestro evento virtual WORTEV Rise Day. “El consumidor de la nueva era”. Revive las recomendaciones que le compartieron dos expertos en marketing y mercados para hacer crecer su proyecto social a partir del comercio justo. Puedes verlo directo aquí.
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