La primera vez que escuché la frase de Peter Drucker: “Emprender no es una ciencia ni un arte, es una práctica”, estaba haciendo antesala para ver a un cliente.
Mientras esperaba pacientemente como cualquier vendedor que disfruta sentir la adrenalina de estar a punto de cerrar una venta, vinieron a mi mente momentos determinantes en mi vida como emprendedora. Lógicamente, al mirar atrás, vi los inicios de mi empresa y recordé la ilusión de crear algo. Era el inicio de un sueño. Mi primera empresa y mi entrada formal al mundo de los negocios.
A los 24 años pensaba que empezaba “pronto”, pero comparada con los niños de BusinessKids, que no dejan de sorprenderme día a día, hoy sé que no era tan pronto.
Mientras iba recordando momentos, descubrí que realmente había empezado a emprender muchísimos años antes con intentos aislados. Como vender limonadas en la calle, pulseras en la escuela y escribir obras de teatro y vender entradas a mis papás y abuelos, quienes tenían que verlas, disfrutarlas y, por supuesto, aplaudirlas.
Yo, como muchos, fui una niña emprendedora, pero sin la oportunidad de recibir una formación en este campo. Hoy llegan muchos adultos a BusinessKids y exclaman: “¡cómo no existía esto cuando yo era niño!”. Cuando los escucho, simplemente les contesto: “yo pienso lo mismo que tú, por eso lo inventé”.
Si cada persona excava en su memoria en busca de momentos de emprendimiento infantil, seguramente los encontrará.
La necesidad de hacer, crear y empezar cosas nuevas existe en nuestro interior desde que nacemos, la vocación emprendedora nace con nosotros y se manifiesta cuando un niño empieza a abrirse al mundo, a comunicarse y descubrir su propia autonomía, lo que sucede entre los 2 y 5 años.
Pero después, los golpes de la vida van llenando de inseguridades y miedos a muchos de esos niños y así van dejando de creer en ellos mismos y van perdiendo esa fuerza que impulsa a perseguir los sueños y a levantarse de inmediato después de caer.
El emprendimiento infantil hace que, lejos de perder esta fuerza, los niños la potencialicen mientras desarrollan su creatividad, su capacidad de persuasión y sus habilidades de liderazgo, y la magia de emprender va forjando su autoestima.
Darle a un niño la oportunidad de emprender a edades tempranas es un apoyo importante para su desarrollo, para que tenga una sólida imagen de sí mismo y para que desarrolle una fuerte autoestima.
Columna escrita por María del Carmen Cabrera Cisneros. Directora general de la franquicia BusinessKids. Síguela en @marycarmenbusinesskids
Nota del Editor: Las opiniones expresadas en esta publicación son responsabilidad exclusiva de la autora y no reflejan necesariamente la visión de Wortev.
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